
Existen las despedidas de amor, siempre tristes y siempre dolorosas; en las que se cierra una puerta ,muchas veces, con la esperanza de abrir otra.
Las despedidas banales, en las que aparentemente nada cuenta, nada importa, hasta que el hueco del sofá te dice lo contrario.
Despedidas llenas de miedo, de terror, por lo que se esconde detrás de ellas, especialmente, cuando lo que se esconde es lo desconocido.
A mucha gente le gusta maquillar las despedidas con un reconfortante "Hasta siempre". A mi no. Cuando me despido de alguien nunca echo la vista atrás. Para mi solo hay una manera de decir adios; y es decir "Hasta nunca".
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